Un tenue haz de luz se deslizó por las cortinas, iluminando la cara del joven que dormía a ronquidos en su cama. El rayo se deslizó, se volvió fuerte y abrasador, y cayó en el entrecejo de otro chico, que dormía en otra cama a pocos metros. Ese era yo. Me levanté de un salto, frotándome el entrecejo.

-¡Joder! ¡Hasta el sol está en mi contra! - Me quejé. Intenté despertar a Zap, pero no lo conseguí. Aún así, pude llevarlo a la cocina y desayunar. Hoy era nuestro gran día, porque nos íbamos a un hotel de excursión escolar. Otra idea sin sentido de Dino. A mi no me hacía mucha gracia, sinceramente, porque eso significaría convivir codo con codo con gente que estaba el día entero burlándose de mi. Sí, me refería a Lluvia. Siempre con sus ojos pequeños fruncidos, esa mata de pelo celeste que se erizaba, como si fuera un gato, y unas palabras que dejaban mucho que desear. Mientras maldecía mi vida mentalmente, pasaron muchas cosas, porque cuando me di cuenta ya estábamos bajando del lagarto, que nos había llevado al hotel.

-Oye, Zap – susurré, aunque me di cuenta que el muy jodido seguía dormido.- ¡Despierta! - Grité.

-Eh, que no estoy sordo – Dijo, en su tono neutro.

-En fin, quería decirte que si podíamos hacer algo especial en estas vacaciones. Es que veo que se me va a hacer muuuuuuy aburrido. - Pestañeó un par de veces, pensando la respuesta.

-Lo siento, pero es que Flama querrá estar con el tío más guay de la serie. Así que voy a estar ocupado. Pero cuenta conmigo.

Y tanto.

Aquella noche salíamos corriendo por los pasillos, para encerrarnos de un portazo en la habitación. - Ha molado – susurré emocionado.

-Pues espera. Tres, dos, uno... - Se escuchó un grito furioso por todo el hotel, y nosotros, mordiéndonos los labios para evitar reír, de un salto nos metimos en mi cama. Estuvimos un par de minutos así, callados, uno junto al otro tapados por la misma sábana.

-Oye, tío, vete a tu habitación.

-Jo, podríamos hacer ahora mismo una buena escena hentai de bujarrillas.

-¿Qué?

-Que me voy – Sonrió, y huyó a su cuarto como un rayo.

La noche siguiente me acerqué a mi amigo, que estaba sentado en el mini-bar del hotel junto a su novia, con mirada suplicante. Quería volver a repetir la experiencia pasada.

-Lo siento. Estoy ocupado. - Se disculpó. Hice un giro de ciento ochenta grados y me dirigí a un sillón, dónde me senté. Al cabo de dos minutos, miré quién estaba a mi lado, y, para mi sorpresa, era Lluvia.

-¡Hostias! - Grité. No me la esperaba. Me miró fijamente, fulminándome con la mirada.

-¿De qué vas?

-Nada, no sabía que estabas aquí. - Suspiré y clavé mis ojos para otro lado, aunque, de reojo, vigilaba a la chica que, al estar sentados uno junto al otro, sentía su piel junto a la mía.

-¡Deja de mirarme! - Gruñó, al cabo de unos minutos.

-No te miraba.

-¡No mientas!

-¡Te lo juro!

-¡Joder! ¡Qué no disimulas, mamón! - Cada vez subíamos más de tono, y, de hecho, ella ya estaba de pie con el puño bien cerrado. Otra vez poniéndome de los nervios. Me dije a mi mismo que algún día me vengaría, y una sonrisa iluminó mi rostro. ¿Por qué no aquella misma noche?