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El diálogo

Escrita por: Fireduende



Nota de Jesulink: Esta es una lección escrita por nuestro usuario Fireduende. Escribe lecciones en forma de reflexión personal que te harán pensar sobre ciertos aspectos que sin duda te ayudarán a la hora de hacer tu Manga.

Aunque en el cómic la imagen seduce mucho más que las palabras, mientras haya personas habrá comunicación, y en el arte narrativo eso se traduce en diálogos.
Parece un tema complicado, pero basta seguir algunas pautas para hacer a los personajes hablar.

El diálogo sirve para caracterizar a los personajes


El personaje puede haber sido dibujado con perfección (incluso su apariencia ya puede dar pistas sobre su carácter), o quizá tenga fama de ser un plasta o un héroe, pero acabará revelándose a sí mismo por sus palabras. Esto es importante tenerlo en cuenta al comienzo, en las presentaciones e instantes iniciales de su existencia en el papel. Después, una vez que son conocidos por el lector y el autor, no hay que sumergirse en su psicología para sonsacarle unas palabras, pero si Batman empezara un cómic estando en la cima de un edificio, con los relámpagos de una tormenta a la espalda y de su boca aparece un bocadillo con las palabras "Esta noche los malotes la van a liar parda", la emoción se suicida tirándose al vacío.




El diálogo hace avanzar a la trama


En especial si los acontecimientos que desvían el curso de la historia son provocados por una persona o grupo de personas.

Si el siguiente paso del argumento se basa en descubrir que ese aliado simpático no es más que un traidor, súbdito del villano, o si se descubre el triángulo amoroso por que ella se sincera y confiesa la infidelidad, la forma en que el diálogo avance es crucial, no solo para que el espectador se entere de lo que pasa, sino para que se empape de la historia y experimente cierta empatía.

Para que piense "¡Maldito elfo, estaba compinchado con el enemigo todo este tiempo!" (Aunque el concepto en sí de espía doble esté algo explotado) o "¡No puede ser, esa noche ocurrió algo entre ellos dos!"

Por supuesto, un diálogo bien construido no soluciona un desarrollo argumental mal llevado, pero puede ser (y es) la guinda final a la incertidumbre y los sucesos que han acontecido últimamente

Remarcar además que aunque no hagan avanzar nada, los típicos diálogos de batalla (¡Vas a morir!, ¡No me subestimes!, ¡Ni siquiera he empezado a calentar! ¿Esto es todo lo que puedes hacer?) son tradicionales y no hace falta quitarlos completamente, igual que las maldiciones y los insultos cuando el plan sale mal (¡Maldita sea!) o las palabras incrédulas (¿Cómo puede ser? ¡Eso es imposible!) cuando el personaje percibe por primera vez un ataque mágico o un suceso maravilloso.




El diálogo revela información, personal u objetiva


Casi siempre es interesante conocer lo que hierve en la cabeza de un personaje, siempre y cuando sean sentimientos significativos.
Sus recuerdos del pasado, sus deseos del futuro, su amor, su odio, la esperanza ciega, la desilusión, el aburrimiento…
Puedes relatar estos dos aspectos como narrador omnisciente o puedes dejar que ellos se sinceren, a su mejor amigo o hablando solos ante su reflejo en el agua, da lo mismo.

En el tema de la información objetiva, por norma general los mangas contienen un mundo fantástico con unas reglas coherentes consigo mismo y desconocidas para el espectador.
Es necesario que se vayan conociendo esos datos, bien sea al comienzo de golpe (como cuando te explicaban eso del Chakra en Naruto, o lo de los Hollows en Bleach) o mientras se desarrolla la historia (Como las normas de la Death Note en el manga homónimo)
Tú decides quién administra la información, cómo, dónde y cuándo.




El diálogo está construido para ser entendido.


¡Esto es lo más importante!

Para que sea entendible, no abuses de palabrejas extrañas y pedantes. A menos que tengas a un personaje excesivamente culto y listillo, las conversaciones no incluyen términos como "reluctancia", "neurastenia" o "añagaza", es mejor usar "repugnancia", "desánimo" o "artimaña"
Del mismo modo, en las narraciones es también preferible prescindir de cosas como "El sol iridiscente se asomaba por las incólumes cordilleras"
Sin embargo (y esta es mi opinión personal), nunca está de más encontrar alguna que otra palabra con significado desconocido que nos obliguen a buscarla en el diccionario y aumentar ligeramente nuestro vocabulario. Pero dos o tres, no más.

Para que los diálogos sean entendibles también hay que evitar el ping pong lingüístico en una misma viñeta, el de "A habla" "habla B" "A habla" "habla B" "A habla" "habla B" "A habla..."
Obviamente, si es una conversación íntima sólo participan dos, lo que no quita que tengas que controlar los turnos para no marear.

Para que los diálogos sean entendibles y sinceros, puedes probar a recitarlos en voz alta (y ponerles un poco de emoción, ¡saca al dramaturgo que llevas dentro!)

En realidad, lo de construir diálogos sencillos es un arte en sí. Se aprende, claro, y se practica, pero todo depende de la facilidad del autor para hacer que los personajes sepan hablar correctamente.
Es bastante cutre decir en un taller pseudo-didáctico que todo depende de la habilidad innata del autor, pero a veces es así.




El diálogo revaloriza subjetivamente las acciones.

Que una flor se abra está bien, pero un poeta observador siempre da mucho juego.

Todo se basa en extender el fenómeno normal y corriente y darle unas connotaciones personales.
El amanecer y el atardecer son los dos grandes "fenómenos normales y corrientes" (en tanto que ocurren todos los días, independientemente de lo que ocurra en la Tierra) llenos de valoraciones subjetivas.
El atardecer es el comienzo de la oscuridad, cuando llegan los vampiros (por ejemplo), y al amanecer el dulce fin de peligro que presentan los príncipes de las tinieblas...
El amanecer despierta a los amantes secretos y se arrepienten de haberse acostado, o el atardecer da rienda suelta a sus pasiones nocturnas...
El atardecer... bueno, ya lo pillas.

Este tipo de diálogos suelen ser “con uno mismo”, más enfocados al monólogo mental o a las reflexiones personales.

Así, para un acontecimiento familiar y habitual, todo depende quien lo viva. Y por supuesto, en lo que nos ocupa, de cómo lo cuente en forma de diálogo.
Incluso puede ser un fenómeno extraordinario, como la muerte de alguien, que no signifique nada para unos y para otros sea una desgracia.
Todo es cuestión, como ya digo, de “subjetivizar” lo que ocurre.




El diálogo humaniza los hechos.


Que vendría a ser lo mismo que revalorizar las situaciones, pero añadiéndole la presencia humana.
El ejemplo más directo es el de la masacre de una guerra contada por un soldado.
Más allá de los tanques, las explosiones, las minas antipersona, las balas que surcan el aire y los bombarderos que atraviesan el cielo, hay soldados humanos que están llorando en sus trincheras con el fusil manchado de sangre...
En el cómic se añade un factor decisivo a los diálogos cargados de emoción: el rostro de los interlocutores, siempre coherente con lo que se dice o se piensa.



El diálogo desvirtúa y entretiene.


El famoso diálogo inicial de la Película Pulp Fiction sobre la Royal con Queso, o el de Madonna en Reservoir Dogs no revela información, no revaloriza la situación, no humaniza nada, no define a los personas y no hace avanzar a la trama. ¿Entonces?
Precisamente por eso es tan bueno, porque es como un diálogo que está fuera de la película, que no pertenece a ella.
Técnicamente no tiene nada que ver con la historia en la que están metidos los autores, está al principio (y no estorba el desarrollo de acontecimientos) y se basa en el humor para hacer reír, y nada más.
Abusar de ellos convertiría una obra en una historia agujereada por descontextualizaciones que no vienen a cuento.

Y estos son más o menos, los cometidos de diálogo, o cómo hacer que los personajes hablen y sus palabras sirvan para algo más que para llenar papel.

La moraleja final es que, aún con todo, no deberías calentarte mucho la cabeza para escribir diálogos a menos que estos sean importantes.
Al fin y al cabo, no nos ponemos a pensar concienzudamente nuestras palabras cuando nos ponemos a hablar con alguien, salvo que la conversación sea realmente relevante




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