Además de combatir monstruos del mal y escapar de explosiones atómicas, los héroes y heroínas (a menos que se indique lo contrario) son humanos, y como tales, están obligados a realizar y sufrir de forma esporádica acciones no tan heroicas.

Los personajes más ilustres de la historia son como los personajes estrictamente literarios; parece que no comen, ni duermen, ni hacen sus necesidades a excepción de cuando pasa algo relevante en esas situaciones.

¿Te imaginas a Aristóteles en medio de unos árboles haciendo de vientre con un trozo de paja en la mano para limpiarse?

¿Y a Hitler, comiéndose una alcachofa?

Bien, pues por muy filósofo que fuera su colon, Aristóteles estaba obligado a hacer sus necesidades al aire libre y siendo vegetariano, Hitler tuvo que comerse más de una alcachofa.

Del mismo modo que a Gandalf, en algún momento de la vida, le tendrían que doler las muelas o L un día tuvo que ducharse con agua fría cuando se estropeó el calentador.

Las penurias corporales suelen quedar relegadas a un segundo plano y aparecen de la nada cuando la trama lo necesita.

Las enfermedades las sufrirá aquel que necesitaba estar en plena forma y las lesiones, fracturas y recuperaciones en cama le tocarán al más fuerte cuando acontece la lucha en la que más hace falta.

Hasta entonces los personajes tienen un sistema inmunológico blindado, un aparato digestivo que no expulsa nada y setecientos litros de sangre.

Pero esto debe ser así porque remarcar insistentemente su frágil condición humana convertiría un manga en un Gran Hermano con personajes normales y corrientes.

¿Qué habría sido de Oliver y Benji si no se hubieran burlado del cuerpo humano con infartos múltiples y huesos que soldaban a los cinco minutos?

El asunto de la humanidad en los personajes sirve para darle un matiz muy valioso a alguna que otra escena suelta en la que "bajan de las nubes para encontrarse con los mortales". Esporádicamente podrías incluir al grupo de superhéroes jugando al póker para pasar el rato, o a tu protagonista cortándose las uñas, o al rey del imperio maligno pescando en el lago una tarde de domingo. Fobias, gustos culinarios, fetiches sexuales, color preferido, música favorita…

Nos gusta crear personajes idealizados, fantásticos y sobrehumanos, y ayuda que dentro de toda esa genialidad perfecta, uno tenga un dolor "humano”... y se le meta arenilla en el ojo (o se muerda a sí mismo sin querer mientras come carne, o que le pique la nariz...). Aunque ese detalle siempre debe llevar la escena a algún sitio (dibujar en medio de una conversación un estornudo y después volver a la charla como si nada hubiera pasado no tiene ningún sentido)

Obviamente, puedes convertir esa debilidad ordinaria un asunto serio que sobrepase lo meramente anecdótico.

El villano a lo mejor es un gato (un animal bastante alérgeno), y eso le produce a alguien del grupo de los buenos unos ojos rojos, o llorosos, que le incapacita para luchar, y él es el único que puede derrotarle… por ese camino puedes dejar libre tu imaginación.

En resumen, que igual que es agradable ver cómo Barack Obama ignoró la seguridad presidencial y no se quiso cambiarse de móvil ya que este acto lo hace un poco más humano (aunque sabemos perfectamente que ES humano), sería interesante que los personajes sentados en el puro trono de la ficción se pelearan a veces con tareas cotidianas como fregar los platos.

Un toque de humanidad.